Chefchaouen es un municipio al noroeste de Marruecos acurrucado en las faldas de las montañas del Rif. Es la capital de la provincia de Chaouen, cuyo nombre, en bereber, significa “cuernos”, haciendo referencia a las cumbres montañosas que dominan la ciudad. El nombre de Chefchaouen significaría “mira los cuernos”; sin embargo, el municipio es mundialmente conocido como la perla azul.
La metáfora es sencilla: pasear por Chefchaouen es sinónimo de sentirse sirena en algún fondo marino, de ser habitante de una continua postal, de haberse caído en algún reino pitufo o de adentrarse en el interior de una pequeña perla azul. Basta encontrarse en medio de esta pequeña ciudad para olvidarse de todo y embelesarse en una combinación tan bella como relajante creada por diferentes tonalidades de azules que visten cada recoveco: puertas, postigos, paredes y fachadas que enmarcan pequeños patios floridos, callejuelas de piedras y habitantes con trajes de todos los colores.

Chefchaouen fue fundada en 1471 sobre una pequeña población bereber, y posteriormente, fue hogar de un gran número de exiliados del Al-Ándalus. Durante los siglos XV y XVII, muchos de los moriscos y judíos que fueron expulsados de España se instalaron en la ciudad marroquí, lo que explica las influencias andaluces que encontramos al recorrer las calles. Otros de los habitantes más comunes de la zona son los gatos, quienes encuentran refugio en cada puerta, patio o esquina.

En cuanto al por qué del color azul, existen varias teorías, y según preguntemos a sus habitantes, parecerá que se ponen de acuerdo para darnos cada uno una diferente explicación. La teoría más tradicional cuenta que fue su fundador, Moulay Ali Ben Rachid, quien la coloreó de azul para hacerla semejante al pueblo andaluz de Vejer de la Frontera, ciudad natal de su esposa Lalla Zahra, una noble española convertida al Islam. Otros lo relacionan con una mera cuestión práctica, pues al parecer, este color ahuyenta a las moscas y al calor. Por último, están quienes señalan que fueron los judíos, a partir de 1930, quienes comenzaron a pintar puertas y fachadas para reemplazar el color verde, representante del Islam.

Sea como sea, el azul se ha convertido en el símbolo de esta pequeña ciudad, y aunque no sabemos hasta qué punto puede un color transmitir ciertas sensaciones, la calma y tranquilidad que se respiran en la medina de Chaouen dista de forma abismal del resto de las del país. En Chefchaouen el desorden y el caos desaparecen, dando lugar a una atmósfera relajada e inspiradora en la que el viajero puede andar despacio, sintiéndose atrapado y curioseando cada esquina, deseando tener una cámara mental registrada en el cerebro para captar, en cada rincón, tan fotogénica composición.

Uno de los pilares principales de Chaouen es su artesanía. Dicen que desde el siglo XV se conservan las técnicas tradicionales, transmitiéndose de taller en taller y de generación en generación. Es probable que, paseando por las callejuelas, encontremos un taller de curtidores lleno de pieles de todas las formas y colores, una joyería donde padre e hijo tallan motivos en cobre o a algún costurero callejero trazando con lanas vestidos de mujer.

Como el principal centro de producción de hachís de Marruecos, tampoco será extraño encontrarnos con algún habitante que se nos acerque discretamente preguntándonos si queremos “puro kif del Rif”. Los campos de cultivo de esta hierba se han triplicado en las últimas décadas, y se encuentran entre las cumbres que rodean la ciudad.
Las montañas del Rif deben conocerse, pues presentan panoramas donde una naturaleza frondosa y arroyos de agua helada nos harían olvidar que estamos en el país marroquí si no fuera por la cocina ambulante de tajines en medio de un río, unas cataratas o un sendero. Además, las montañas del Rif nos harán entender el dicho popular que narran divertidos sus habitantes: “Chefchaouen, agua helada, lana y mariguana”.

Tras conocer Marrakech, Essaouira, Paradise Valley, Tamraght, Aït Ben Haddou, el río M’Goun y el desierto, la perla azul de África es, sin duda, uno de nuestros lugares favoritos de Marruecos, pues regala un entorno de paz y armonía que contrasta con el resto del país, permitiendo al viajero asimilar sensaciones y recrearse unos días en un oasis azulado que parece hecho para ser descubierto buceando.
