La multiculturalidad llevada a los fogones, la tradición familiar en la cocina y la autenticidad de los alimentos son los ingredientes de la rica cultura gastronómica que ofrece Marruecos, valorada en todo el mundo por la intensidad y el exotismo de sus sabores.
Una cocina única y singular
La gastronomía marroquí es tan rica y diversa como su cultura, fruto de la multitud de intercambios culturales en el país a lo largo de la historia. Para hacerse una idea de su dimensión se podría juntar en un caldero la cocina berebere, árabe, sefardí, turca y mediterránea, sazonar combinando dulces y salados y prestar especial atención al manejo de sus especias, unas de las más aclamadas en el mundo del paladar.

Aunque sus orígenes parecen ser más antiguos, la cocina del país del Magreb se remonta al siglo catorce, dando evidencia de su tradición. Su clima soleado y la lejanía a la contaminación permite que las frutas y hortalizas se cultiven desarrollando sabores puros y de una gran calidad. La carne es la más fresca posible (todo aquel que visite el país tendrá la oportunidad de comprobarlo en cualquier mercado) y gracias a su situación geográfica, no es difícil encontrar buen pescado.
En una estancia en Marruecos hay sabores y texturas imperdibles entre las que destacan las maravillas indiscutibles del couscous y el tajine, los zumos de naranja de cualquier puesto ambulante, la frescura de la ensalada marroquí, las deliciosas albóndigas del plato kefta, el falafel como el relleno perfecto de bocadillos y sándwiches, los dátiles recién cogidos de las palmeras, la menta hecha sorbos de té o los dulces de miel custodiados por las abejas.

También hay platos que a un occidental pueden parecerle raros como la bisteeya, una empanada de paloma que se servía antiguamente en palacios y cuya receta actualmente es de sabiduría popular, pues muchos de los platos marroquíes pasaban de ser propios de la realeza a habitar la mesa de las familias más humildes, originando que la cultura gastronómica se comparta en todos los estratos sociales.
Es digno de mención que la relación calidad-precio es de las más agradecidas que pueden existir. Comer en restaurantes suele ser una opción económica y satisfactoria, y los precios en los puestos y mercados también son atractivos, aunque el turista tendrá que tener presente la tradicional forma de establecerse un precio: el regateo.
El viajero verá con sus propios ojos que la tradición culinaria reina en las casas y aporta carácter familiar a la comida, generosidad a las raciones y autenticidad en cada alimento, escogido directamente entre los zocos para cada elaboración, donde generalmente son las mujeres las protagonistas, meritorias del día a día en toda esta tradición. Si se diera la oportunidad de probar la comida de una familia no debe tenerse ninguna duda. Estos platos estarán cocinados con especial cariño y el fin de complacer, llenando barriguita y corazón como ningún otro menú.

P.D: En Marruecos se recomienda tomar agua embotellada y lavar bien los alimentos crudos antes de tomarlos. También debemos procurar no pasarnos con los condimentos ni el picante: salir del país sin alguna alteración estomacal es similar a cruzar una yincana.